Early in the morning

A las cinco de la mañana ya estaba despierto. Hice un esfuerzo por dormirme, como me 'aconsejaba' mi madre cuando me obligaba a dormir la siesta en verano, pero fue en vano. Me daba pena despertar a Mich, de modo que encendí el ipod y busqué un blues tradicional llamado 'Early in the morning'. Encontré dos versiones que no se parecían en nada: una, de BB King y Van Morrison; otra, de Eric Clapton (canción nº 7 del playlist). Mecido en la ola de guitarra creada por 'mano lenta', no supe dónde me encontraba:

'Come and see me early in the morning,
Just about the break of day.
Do you want to see me hug my pillow
Where my baby used to lay?'


'Mano lenta' no consiguió que me durmiera de nuevo y Mich se despertó, de modo que a las seis de la mañana estábamos en la recepción del hotel, que hacía las veces de comedor, y allí nos encontramos con que ya había gente desayunando. Un discreto (pero aseado y a su vez completo) buffet nos esperaba. También nos esperaba Juan, el amable chico mejicano que ya mencioné. Era una persona educada, seria pero cálida, discreta, atenta y resolutiva. No sabría decir su edad, pero podría estar entre los 27 y los 30. Nos recibió en inglés, nos acompañó hasta una mesa y nos dijo que no dudáramos en avisarlo si necesitábamos cualquier tipo de ayuda. A la vista de sus rasgos, le pregunté que si no le importaba que habláramos en español. Con esa musicalidad mejicana que siempre me ha gustado, me dijo que ahorita sería un placer que nos pudieramos entender en nuestro propio idioma.
Encontrarnos con Juan en sucesivas ocasiones siempre era motivo de tranquilidad. Era el tipo de persona que hacía que te sintieras relajado y bien atendido. Siempre estaba pendiente de las necesidades de los clientes, un comportamiento que, por desgracia, no es del todo habitual en nuestro país. Se podría decir que Juan es de ese tipo de personas que predisponen a los demás a sentirse mejor en la ciudad que se visita y a ver ésta con mejores ojos. Más tarde contaré el gran detalle que tuvo conmigo al marcharnos. Gracias Juan.


 (tomada de la web del Hotel Hampton Majestic, nuestro hotel)

Llené el estómago con dos boles de fruta troceada, huevos revueltos con beicon, dos descafeinados de cafetera ('decaf' en Estados Unidos) con leche, un par de bollos y dos 'Activia'  de melocotón de Danone ('Dannon' allí). Mich ingirió una cantidad similar de nutrientes.


Siempre he tenido complejo de 'buffetero', de zampabollos impenitente a quien le resulta difícil reconocer el límite entre la prudencia y el exceso, pero basta reparar un poco en la actitud de los demás ante un buffet para darse cuenta de que el 'buffeterismo' es común a la mayoría de los humanos: forma parte de la condición humana, podría decirse. El discreto, pero aseado, desayuno buffett del hotel podía desatar la gula más reprimida de cualquiera tanto como el más suculento manjar. Varias personas iban incorporándose al comedor-recepción, casi todos norteamericanos (y norteamericanas), de piel rosácea o morena, pero todos grandes y lustrosos, que hacían acopio de comida en los platos de forma que parecía  que se avecinaba una etapa de supervivencia para la humanidad. La delectación con que engullían los gofres era similar a la de los vecinos de Birmingham o de Tomelloso (por poner un ejemplo) en unas vacaciones 'todo incluído' en Tenerife o Benidorm (siempre por poner un ejemplo) ante el correspondiente buffet.



Bien nutridos tras la orgía (gastronómica), nos echamos a la calle a una hora todavía temprana. Desde el hotel, en Monroe St, hacia Millenium Park, la primera calle que cruza es State, punto de inicio de nuestra singladura.