Nuestro viaje comenzó en la mañana del día 16 de abril de 2010. El cielo de Madrid era tan limpio que parecía mentira que cientos de personas no pudieran volar al norte de Europa por culpa de un volcán islandés en permanente enfado, al parecer. Pero a nosotros nada nos afectaba: nuestra vía hacia Chicago estaba despejada.
Llegamos al aeropuerto con bastante antelación y, en mi caso, un poquito inquieto: era un largo viaje a un país desconocido (aunque haya visto muchas películas) y excitante, a lo que se añadía el temor (infundado, casi siempre infundado) de que las medidas de seguridad para subir al avión fueran tan 'desmedidas' como dicen algunos. Pero no. Parecía que todo iba a ir rodado, como así fue.
El avión despegó de Barajas a la hora prevista, las 12 del mediodía, y nueve horas más tarde aterrizábamos en el aeropuerto de O'Hare, con la sensación de que, a pesar del largo vuelo, no había pasado tanto tiempo: eran las 2 de la tarde en Chicago.
El aeropuerto es similar a cualquier gran aeropuerto internacional. En los pasillos, grandes mosaicos murales que representan músicos de jazz o blues nos dicen que llegamos a una ciudad que ama la música, y eso siempre, desde mi punto de vista, es un valor añadido. A pesar de que estaba prohibido tomar fotos dentro del aeropuerto, eché mano del móvil para fotografiar alguno de esos murales, pero no lo hice por temor a la posibilidad de que mi conducta fuera considerada altamente reprobable y las consecuencias de tal conducta me arruinaran el viaje: ¿quién no ha oído por boca de cualquier conocido historias sobre lo implacables que pueden ser las autoridades norteamericanas en caso de infringir las normas?. ¿Y si fuera reducido allí mismo por una afroamericana de dos metros y 120 kilos que, sin mostrar delicadeza alguna, además me requisara el móvil, sacara un manojo de llaves y me metiera entre rejas?. Ni hablar. Desconecté el móvil y no lo volví a conectar hasta que llegué al hotel.
Por suerte, y aun lamentando que alguien pueda sentirse decepcionado, lo anterior no suele ocurrir. En realidad, el número de sobresaltos sufridos en esta estupenda ciudad fue cero.
Como creo que la información que estoy dando puede ser de interés para quienes hayan pensado en ir a los Estados Unidos y lo vayan a hacer por primera vez, seguimos en el aeropuerto de O'Hare.
Antes de recoger las maletas, varios funcionarios de aduanas, de toda raza y condición, te someten a un control que, dependiendo de si te toca en la fila buena o no, te puede llevar más o menos tiempo. Nosotros íbamos detrás de una familia entera de uzbekos, creo, con bebés. El control consiste en lo siguiente: lectura del pasaporte, toma de huellas de los cuatro dedos mayores de la mano izquierda, toma de huella del dedo pulgar de la misma mano, idéntico proceso con la mano derecha y foto. Si, todo eso. Pero no temas mancharte los dedos: la lectura es digital, valga la redundancia. No te piden el formulario que tuviste que rellenar antes de emprender el viaje, pero sí los que tuviste que rellenar en el avión. Y ojo, no se te ocurra perder el resguardo verde que te grapan al pasaporte porque puedes tener problemas. Después te preguntarán (en Inglés, pero si no lo entiendes te lo repetirán en Español) por el tiempo que durará tu visita y si ésta es por negocios o por placer. Después de recoger tus maletas, un funcionario te dirá 'welcome to the USA'.